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lunes, 4 de noviembre de 2024

 

JULIÁN MARÍA OTERO Y SEGOVIA
COMIENZOS DEL S XX

 


El regeneracionismo fue un movimiento que surgió en España en respuesta a la decepción de la crisis de 1898. Se trataba de tratar de crear algo nuevo para intentar superar aquella fecha y entrar en el siglo XX de un modo constructivo.

También en Segovia se dejó notar este movimiento. La sociedad segoviana entraba en el siglo XX sin ningún tipo de estímulo que la animara a cambiar la situación de abatimiento que vivía en aquellos años. No había signos de que algo pudiera cambiar, la apatía y el letargo eran los protagonistas de aquellos años.

Fueron muchas las iniciativas que, con toda la buena intención, trataron de sacar a la sociedad del estado de abatimiento en el que había caído. Algunas se llevaron a cabo: La Exposición Provincial de 1901; creación de la Delegación Segoviana de la Federación Gimnástica Española; los juegos florales de Segovia en 1902; la apertura del taller de cerámica de Daniel Zuloaga; la fundación del Museo de Ezequiel González; la fiesta de la poesía de 1914 y el Homenaje a Segovia de 1915. Con mayor o menor éxito se llevaron a cabo y dejaron su impronta en la sociedad segoviana de comienzos de siglo.

Uno de los referentes culturales de esta época fue Julián María Otero. Escritor esporádico de depurado lenguaje y exquisita inspiración fue uno de los actores principales de comienzos de siglo dentro de la sociedad segoviana. Su obra literaria, escasa, pasó a ser referente cultural de aquellos años de abatimiento.

Julián María Otero Ruibal. Segovia, 1887 – 1930. Escritor y poeta. Hijo de leoneses, nació en el barrio de San Esteban, en la que, con el tiempo, sería la calle Doctor Velasco.

Hizo el bachillerato en el Instituto de Segovia y se licenció en Derecho en la Universidad de Valladolid. En 1917 ingresó por oposición en el Ministerio de Hacienda, siendo destinado a la Delegación de Ávila, y en 1918 a la de Segovia, de donde ya no se movió.

Fue desde muy joven asiduo colaborador de los periódicos y revistas segovianas, como El Defensor (1903-1904), El Adelantado de Segovia (desde 1901), Alma Castellana (1908-1909), Arlequín (1913), Castilla (1917), Heraldo Segoviano (1926), etc.; también del madrileño Blanco y Negro.

También fue uno de los fundadores del diario La Tierra de Segovia (1919-1922) y más tarde dirigió la revista mensual de poesía Manantial (1928-1929). Profesor de la Universidad Popular Segoviana desde 1925, su magisterio fue seguido por toda una generación de escritores segovianos, a pesar de su temprana muerte a los cuarenta y dos años víctima de una dolencia cardíaca. Considerado uno de los más eximios escritores locales segovianos, su obra se caracteriza por un notable lirismo, lleno de amor por su tierra natal, habiendo también compuesto algunas poesías delicadas.

De carácter complejo, unió en su vida la ética con la estética de manera perfecta: rectísimo, de una austeridad franciscana como buen castellano, su sensibilidad extrema le llevó a ser un solitario. Su amigo, el poeta Antonio Machado, escribió al tiempo de su muerte: “He conocido pocos hombres tan nobles, tan limpios de alma como Julián Otero”.

Su obra culmen, y la única publicada en vida, es “Segovia. Itinerario sentimental”. Una joya de la literatura local, aparecida en mayo de 1915, que concitó el aplauso unánime de la crítica y de los grandes literatos de la época. Otero, que dominaba la historia de Segovia, fue un cantor de la ciudad. Nadie relató mejor que él sus leyendas, sus sucesos, sus costumbres, sus calles, sus rincones más pintorescos, sus casas nobiliarias, sus defectos y sus virtudes.

El libro es una postal del urbanismo de la ciudad, una guía de viaje novelada de comienzos del siglo XX. Abundan las descripciones, sobre todo de monumentos y edificios, algunos de ellos ya desaparecidos. Hay un gran contraste en el modo de describir determinados monumentos y las de los caseríos y calles que hay que recorrer para llegar a ellos. Rimbombantes y cargadas unas y humildes y sencillas otras.

Es una obra muy de su época cuyo fin era loar las virtudes de la ciudad, su historia y su legado arquitectónico y cultural.

Todo ello sin perder el encanto propio de aquellos momentos.

Como curiosidad, llama la atención el marcado carácter despectivo con que se refiere al arroyo Clamores, en aquellos años todavía sin entubar, como si aquellos segovianos no tuvieran nada que ver con sus malos olores e insalubridad.  

 

                               Obra póstuma. “Bajo el chopo dorado”.

Ya desde la muerte del autor, en 1930, se esperaba la publicación de su obra inédita y de los diversos artículos que vieron la luz durante todos aquellos años en la prensa segoviana. Sería un homenaje por parte de sus compañeros y amigos, pero hubo que esperar hasta 1988 coincidiendo con el centenario de su nacimiento, para ver ese deseo convertido en realidad.

Se trata de un libro, como el subtítulo indica, de estampas, aguafuertes y rutas. Siempre con Segovia y su provincia en el objetivo de su prosa. Su temática es muy similar al de “Itinerario sentimental” relatos en los que se narran sucesos relacionados con la ciudad o con alguno de sus barrios, monumentos, viajes a la provincia, …todo desde la mirada crítica y a la vez complaciente del que fuera uno de los grandes amantes de Segovia.

 

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