Ella
El
otro día me dijeron que una chica de aspecto raro estaba aquí en Segovia. El
viernes pasado me dirigía hacia el acueducto con mis amigos y vi a una mujer
con el pelo corto, moreno, piel blanca, ojos azules y vestía un chaquetón que
la llegaba un poco más abajo de los tobillos. Miré el suelo para no tropezarme
y volví a levantar la mirada hacia esa chica, y pensé: puede ser Selene, la
chica de la que todo el mundo habla. De repente, pude observar que la perseguía
un hombre, así que decidí acercarme a ella para decirle que aquel hombre, que
vestía de oscuro, la estaba siguiendo. Me acerqué y cuando me dispuse a
decírselo, antes de terminar esta frase, la mujer me cogió del brazo, me llevó
deprisa a un callejón cercano y me dijo que me olvidara de su cara y de todo lo
que había visto.
En ese momento me di cuenta de que era ella,
Selene, la reconocí por su carácter y en la manera en que me habló. Antes de
que se fuera la nombré. Le pregunté que hacía aquí en la ciudad cuando ella no
vivía aquí. Estuve hablando con ella un rato y me di cuenta de que en su
mirada, aparte de nerviosismo, había
algo extraño.
Me
contó que estaba buscando a una persona muy especial para ella, alguien que
aparentaba ser humana, pero que en realidad era como ella, un vampiro. También
añadió que su padre, Víctor, le había estado ocultando durante medio milenio
que tenía un hermano o una hermana, y la pista de tal persona la había llevado
hasta esta ciudad. De repente, vimos aparecer por el callejón al hombre que estaba
persiguiendo a Selene, de modo que las dos echamos a correr.
Selene
me llevó a su casa, que estab a las afueras de la ciudad, y me dijo que corría
peligro, ya que ese hombre me había visto hablar con ella y a escondidas, así
que no tuve más remedio que quedarme allí con ella. Como hacía calor, me quité
la cazadora y me quedé en la camisa de tirantes que tenía debajo. Nos sentamos
las dos en el único sofá que tenía su casa y Selene me ofreció agua. Le dije
que sí; estaba muy asustada y muy sorprendida por lo que estaba ocurriendo
porque nunca me había pasado nada parecido; algo así solo lo había visto en las
películas y ya sabemos que lo que pasa en las películas es mentira.
Cuando
Selene se levantó y se fue a la cocina, que estaba detrás del sofá, se dio
cuenta de que yo tenía un signo tatuado en la espalda; un signo que me tatuaron
cuando era pequeña. Selene, al verlo, se quedó muy pálida y me dijo con voz muy
baja que ella también tenía ese signo tatuado en la espalda. Me lo enseñó y
pudimos ver que era idéntico, así que no había duda, yo era su hermana, la
persona que estaba buscando, pero ¿cómo es posible si yo nunca había tenido
síntomas de vampiro? Estaba segura de que no lo era y, además, ni siquiera me
gustaba la sangre, no podía ni verla, así que las piezas del puzzle no
encajaban de ninguna manera.
Selene
decidió llevarme a cazar algún animal para alimentarme y ver lo que pasaba.
Llegamos a un bosque, pero no podía hacerlo, por lo tanto Selene decidió
empezar ella primero. Después me dijo que no pasaba nada, que había que saber
la verdad y esta era la oportunidad para averiguarlo, por lo que me decidí a
hacerlo. Miré al animal fijamente a los ojos, pensé en el mordisco y en como
fluiría su sangre por mi boca, el sabor que tendría, pero cuando dejé de pensar
en esto, pude observar que ya lo había hecho. Los ojos me cambiaron de color y
ni siquiera la sangre me dio asco, pues era como comerse una pizza. Ahí nos
dimos cuenta de que era verdad, Selene había encontrado a su hermana y yo a
una.
Selene
me llevó a nuestra casa, nueva para mí.
Allí estaba Maikel, el ayudante de Selene, y Víctor, mi padre o, mejor dicho,
mi nuevo padre. Me presenté ante ellos y hablé un tiempo con Víctor… Debido al
rencor que sentía hacia él por haberme separado de mi familia, tomé la firme
decisión de quedarme allí con mi
hermana, pero no hablarle a él.
Hablando
con Selene de lo ocurrido, sonó el teléfono. Me desperté, con mucha sed, y fui
a beber agua de mi cuenco. Luego volví a intentar dormirme, pero no pude. Mis
dueños ya se habían despertado y era la hora de sacarme a pasear. Y ahora,
después del paseo, aquí estoy, contando a Claudia, Tobi y Mily, mis amigos
perros, lo que había soñado. Me doy cuenta de que el signo que, en el sueño,
tenía tatuado en la espalda, es idéntico al signo que llevo en el medallón con
mi nombre.
Nella Rosa Burgos
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